RENNY LOYO

AKARE-GUÁ

Fue fundada una ciudad,

sobre un espacio que ya existía

y seguramente tenía nombre,

habitantes y costumbres.

 

Tenía cielo y estrellas. 

luna y sol,

Los cometas, le iluminaban cada 70 años.

Los ríos cristalinos o amarillos les daban alimentos.

Los árboles daban sombra y fruto.

 

Allí estaba su Dios, proveedor del fuego,

el pescado, la yuca y el yare.

el águila que vuela durante la inhalación del yopo,

el chamán que cura, el sabio que enseña.

El baile que alegra, el amor que engendra y da continuidad

a la vida.

 

Llegó un barco con cruces y arcabuces,

juguetes desconocidos para

quienes ya conocían el

gran poder de quien les había dado vida

 y además estaba en todas partes,

y en cada ser que habitaba.

 

En el rayo, en el trueno, en el relámpago

incluso en las sombras mismas de sus cuerpos.

Acarigua era un lugar de AKARE-GUÁ

si, un lugar de caimanes.

 

Gayones eran sus habitantes,

Aun así, vivieron la violencia contra el hombre,

Contra el niño,

Contra la niña, y las mujeres,

incluso mataron y se extasiaron con su sangre.

 

Las mutilaciones y violaciones

quedaron impunes por los siglos de los siglos,

el terror del blanco, era pan diario

de aquellos habitantes

que conocían

palmo a palmo la nueva ciudad,

fundada sobre su sangre,

sobre sus huesos,

sobre sus dolores.

Los espantaron con sus violencias,

los dividieron y los obligaron a abandonar sus tierras,

resistieron sí, pero eran muchos,

y fuertemente armados.

 

Pero resistieron y aún resisten,

viven en tu sangre,

en tu memoria,

en tu recuerdo,

en tu hígado.

 

Viven, viven

recordando que estamos equivocados,

que nos equivocamos cada vez más

que no aprendemos,

que no queremos recordar

que no queremos insistir

que nos cuesta resistir.

 

Pero ellos resistieron,

Y aún resisten.

 

Nosotros perdemos cada vez más

y en eso somos necios.

 

Cada vez que encendemos una vela

iluminamos el recuerdo de un Gayón mutilado,

una mujer violada, una niña asesinada,

cada vez que cantamos es un sacrilegio,

cada vez que bailamos, lo hacemos sobre sus huesos rotos,

sobre su sangre derramada.

 

Y aunque mi piel diga lo contrario,

no soy blanco, aunque lo parezca,

soy Gayón y he resucitado

para decir estas verdades.