Huera queda mi voz cuando te escucho
y balbuceo mudez.
Se me llena de agujas la garganta.
Sangro silencios mustios
y mi oído me calla,
pues precisa el placer de tu palabra,
que le abre dimensiones absolutas
donde el reflejo cuesta la agonía
y quiere perderse en un vibrato.
En esa geometría punto de nodo
que le produce resonancias
culminando en orgasmos disolutos.