Patricia Aznar Laffont

El círculo

   

 

 Quizás fue un lapso por la noche o un tiempo por la mañana; lo único que recordaba realmente era que en ese momento había llovido intensamente, que los pájaros habían huido de sus nidos  y que sus pies fueron salpicados por el lodo del camino.

     Caminó y caminó perdido por invariables sendas que concluían en  algo indescifrable. No había fin ni principio pensó con su mente algo confusa y aletargada.

     Necesitaba alimento y agua, no sabía cuánto tiempo había estado caminando y empezó a desesperarse.

     Trató de mantener la calma pero las circunstancias tan adversas e incognoscibles lo abrumaron.

     ¿Cómo había llegado allí? ¿Dónde estaba? Quiso mantener en parte su cordura pensando en algo que fuera real, como su pasado, dado que el momento presente no podía asirlo, no podía entenderlo, era la misma nada.

     ¿Dónde estaba la ciudad que lo vio nacer con su gente y sus panteones y dioses del Olimpo?’¿Y el desierto inmaculado y sus olas áridas de arenas que sucumbían a los vientos en verdaderos huracanes de ardientes corpúsculos  de los que había que resguardarse?¿Y las montañas en deshielo que curaban heridas y saciaban con agua pura  a los sedientos?

     ¿Dónde? ¿Dónde estaban?

     Trató de arreglar sus ropas, defendiéndolas de esa tierra que desconocía, pero fue en vano.

 

     Hurgó en su memoria para saber su nombre y un eco demoledor nacido desde los cielos  huracanados, piadoso pero execrable, se lo dijo:

-Eres Moisés, eres Ramsés II, eres Marco Aurelio, eres un romano, eres un griego y la más ancestral sombra, eres el hoy y el ayer, eres un todo y eres  los otros, eres el sol y la muerte, eres una estrella y la razón y la mente borrosa que iluminó el suicidio de  Sócrates antes que el destierro.

-Eres mucho más y tan poco…

     Atontado, mustio y demudado por la verdad  que el Eco nacido de los cielos, repetía atronando sus  sentidos, comprendió que era él y todo hombre, sumergido en el  camino de la desesperanza, la búsqueda de sí mismo y de la verdad, de la alquimia , del conocimiento y la muda concepción de los entes y de un mismo sol y una luna que a veces lo rehuían.

     Comprendió que estaba caminando en el sin sentido de un mismo punto, sin moverse por más que se esforzara,  en el círculo letal e infernal de una y de todas las vidas que fueron y serán en esta Tierra, concebidas por lo humano.

 

(Patricia)