Supongo que el mar estará allí donde lo dejé el otro día.
Que todo seguirá igual,
la casa a oscuras,
los silencios pululando entre cánticos y lecturas
de extrañas poesías,
el lugar donde se reúnen los jóvenes
para escuchar música ya sin nadie,
no hay ni grescas ni gritos ni rimas
en canciones que hablan de una violencia prohibida.
Vacía aquellas escaleras,
solo los peldaños
y las dudas
de quienes por allí transitan
humanizan
el paisaje que se abre
tal pista
camino de la playa,
allí donde el mar grita
que le salvemos
de esa su extraña aventura
que consiste en morir y renacer
a poco que la noche se cierra
y el día despunta.