No pisarán
mis pies, por tus senderos,
bella montaña.
Ni volverán
mis ojos a tus cimas
a ver la nieve.
Pero estarás,
por siempre, en mis recuerdos,
con tus poemas.
No beberé
el agua del arroyo
que baja al lago.
Ni tomaré,
tampoco, de la fuente
el trago fresco.
Pero serás
el néctar que, en mis sueños,
calme la sed.
Te quedarás
muy triste, y esperando,
que vuelva a ti.
Pero la sombra
del hombre con sus sueños
duerme en la noche.
Te velarán
la luna y las estrellas
y yo también.
Porque el amor
al monte y las montañas
tú me lo diste.
Rafael Sánchez Ortega ©
22/09/23