No saldré a buscar el río tinto,
pues al hacerlo,
toparía con la melódica inobediente
que traza la linea y limita el paso.
¿Qué caso tiene circundar?
Si puedo verlo a lo lejos y,
ocasionalmente,
recibir alguna gota que por mera
peripecia, me salpica.
¿Hasta cuando será tinto?
Pues, aunque dejara de serlo,
la ilusión de sumergirme persiste.
Pese a la esencia a marihuana barata
que lo cubre, y la triptamina que le amenaza.
No me preocupo.
Quizás desista y me aleje,
y puede que si regreso,
el río tinto, ahora de seda marrón,
me ceñirá como lo hubiera deseado
cuando lo encontré por primera vez,
buscando los cristales de mi núcleo roto.
Si alguna vez,
por casualidad, el río tinto me invitó
a nadar en él, me habré detenido
antes de cruzar las cuerdas.
Porque así debía ser.