Quien quiera que no sea el silencio
que venga hasta estos aposentos,
para ver como los barcos entran en el puerto,
para ver el puente colgado sobre el río viejo,
esperando que por sus ojos entre el viento.
Salimos en la tarde a recorrer el paseo,
a mirar la llegada de los primeros pesqueros,
a sentir la vida, notar su movimiento,
siempre girando e intentando ganar tiempo.
En los días en que el sol se muestra alegre
le damos con nuestra mirada ese respeto
de quien sabe que sin su presencia diaria,
medida a golpe de céntimo,
sería imposible vivir en un planeta tan necesitado
de ese orden perfecto de todo el universo.