¿Qué ropa me pongo ahora, lluvia repentina?
Mi cuerpo va a mojarse con tu lengua leve
y, en el chispear vago de tus gotas,
se escurrirá el aroma encendido de tus metales.
Dejarás tras la torva tu huella silente
entre los brotes enfermos del pantano.
Se oirán, en el zumbido de los moscos,
las melodiosas notas de tu canto.
No le pondré ropas a mi cuerpo este día.
Saldré desnudo para que tus múltiples dedos
toquen, sin pudor, los rincones de mi cuerpo
y a mis afilados espejos los empañes, lluvia buena,
en el espasmo sutil y nervioso
que, en el hueco de los ojos, provoca el encanto.