El destilado recuerdo de tus pasos.
¿Quién miraba tus recuerdos?
No contestes, sé que ninguno sabe la respuesta.
Tu silencio me basta como presencia.
Tu impersonal ausencia es más
de lo que estoy acostumbrado a pedirte.
¿No recuerdas esa prosa, esos versos,
que nunca llegamos a leer?
No me contestes.
Sé que es vano todo intento de respuesta.
Sé que estás ahí dudando como yo.
Todavía estás leyendo, imagino.
La lenta presión de la incertidumbre me conmueve.
Sé que una parte tuya está en ese indeterminado punto
entre la presencia y la ausencia.
No lo tomes a mal, si por alguna casual razón del destino todavía estás ahí,
pero me siento más cómodo en tu ausencia.
Porque en tu ausencia, nada existe.
Y esta irrealidad me abriga tanto de libertad.
No me malinterpretes,
cuando tengo esa certeza ambigua de que no estás acá, te extraño.
Sé que pensás que exagero, a penas no vimos unas pocas veces.
¿Nos vimos, verdad? ¿O también imaginé eso?
Siento que no tiene sentido preguntarte.
Espero que estés de acuerdo. No intentes gritar, no te oiría.
Por favor, no lo intentes. Quizá tendría que resignarme a esta libertad tan extraña.
Quizá tendría que aceptar que no estás ahí leyendo esto. ¿Existes aún?
Insisto, no contestes. De nada serviría.
Tu imagen se está desfigurando.
¿Yo también acaso me desfiguro?
¿Qué tan reales somos en estos instantes de desconcierto?
No tengas miedo, yo sigo acá, a pesar de todo.
Estoy acá, hasta que todo termine, por más que nada exista,
yo seguiré escribiendo por toda la eternidad.
No importa si vos no hacés lo mismo. Mi soledad me basta.
Solo comparto tu destino, solo eso.
No importa si te fuiste, yo hago de cuenta que estás ahí.
No pasa nada, las palabras se acaban, pero yo seguiré escribiendo.
No voy a dejarte. Si pasa lo contrario, es solo una ilusión.
Nada de esto es real. Vos estás ahí, y sigo escribiendo.