Mañana será,
mañana revivirán las palabras sobre los ojos
húmedos;
A pesar de todo,
a pesar de la infinita muerte y toda la tierra
se haya tragado la carne y aplastado los huesos,
a pesar de todo el silencio
de las piedras y los árboles muertos
y los buitres con sus ramos de flores
sobre los rostros hundidos plagados de hormigas;
Mañana será,
mañana esa sonrisa detrás del vidrio saldrá
y bajará de la pared,
como un río de agua casta y arderá de nuevo
en nuestros ojos,
y las manos se liberarán como aves desnudas
de la suerte y juntará de nuevo
a nuestro despedazado corazón;
¡Mañana sonreirás de nuevo y dejará de reír el silencio
en los ojos ciegos de la muerte!
Hoy todavía habrá que seguir por el camino duro
con los pies hasta las rodillas,
esquivando a la sospechosa soledad, arrastrando
el abrigo de la vejez
con su aire vagabundo -como uno- cumpliendo
el destino de su castigo.
Aun así, hay que ir aprendiendo a desprenderse
del tránsito febril,
de la mirada enloquecida, del aire pesado
que va cayendo como loza fúnebre
por las ciudades oscuras,
mientras la vida se va haciendo un perenne afán
contra el olvido.