Ay, que me duele el corazón,
ay que en la costilla tengo un dolol,
se me ha muerto mi viejito,
decía mi madre, conteniendo un grito.
Ay, que me duele el corazón, nadie tiene derecho,
ay que en la costilla tengo prurito,
se me ha muerto mi viejito,
decía mi madre, en su lecho.
En su petate de muerte, hay desolación,
con lágrimas en los ojos y voz temblorosa,
mi madre llora su último ramo de rosas,
por la pérdida de su viejo que ya llevan a la fosa.
El cielo oscurecido, anuncia tempestad,
un viento que suspira por la tranquilidad,
de un amor que se despide, en su serenidad,
ay, que dolol, se devuelve a la tierra, para su eternidad.
Y mi madre que lo llora,
agradecida de los tiempos,
donde estuvieron contentos
el amor y la amistad.
Juró llorarlo a ver si resucita,
de noche lo llora, solita en su soledad,
llora, porque lo necesita,
sueña con esa oportunidad.
.
Ay, que me duele el corazón,
ay que en la costilla tengo un dolol,
se me ha muerto mi viejito,
decía mi madre, conteniendo su grito.
El cielo llora,
la tierra se estremece,
mi madre en su lecho,
de amor padece.
El viejito se ha ido, dejando un vacío,
en el corazón de mi madre, como un escalofrío.
pero en medio del dolor, una luz brilla en la ventana,
son las luciérnagas nocturnas que se despiden en la mañana.
El recuerdo de su amor, en su corazón afloró,
y aunque el viejito ya no está, su amor perduró,
en cada latido de su corazón, su nombre resonó,
ay que dolol, dijo en lecho final, muero sin un doctol.