Estaba fría como la noche
su piel enmudeció desde
años pasados
Ernesto Sabato seguía ahí
mirando a la cámara
siglo tras siglo
con un velo negro de luto
Se podría decir que nadie gritó
el día de mi muerte
más bien, los orines de los ríos
fluyeron con más lucidez
Y la paz de las guerras
de los papeleos de las armas
de las escopetas bendecidas por Satán
de las fábulas de Esopo
Porqué solo quedas tu
en las tardes en que me siento a pensar
porque la vida es tan hermosa
y tan bien marcada de tiempos