José Luis Barrientos León

Incoherencias de amor envejecido

 

Un amasijo de barro,

determinando la vida como su enemigo,

Una argamasa de carne,

adentro, con un soplo de alma,

Una trampa creada en el pensamiento,

confundiendo dolor y enamoramiento.

 

Que soy si tu enmudeces más allá del horizonte,

Y en el confín del mar se pierde el ala de la gaviota,

Oh si en la tierra no florece la primavera,

y los ríos se ensangrientan de soledades,

oh la devastación arrasa con los versos de mi lengua.

 

Una flor me nace en los labios,

un temor de olvido cuando me miras,

un tremor del latido incontenible,

cuando reconozco tu piel con la tímida boca.

 

No quiero morir desconocido,

no pretendo mis ojos enceguecidos,

aunque a mi edad surjan caminos inciertos

pretendo la eternidad junto a mi tierno hijo.

 

Un amasijo de amor mudando en prosa,

determinando tu vientre como el de una diosa,

una argamasa de pasión sobre mi loza,

entregándote el calor cuando me rozas.

 

Que soy si el aroma muere de la rosa,

oh vacía la mirada contempla un Dios,

reconociendo la flor y no su aroma,

percibiendo la imagen y no su alma.

 

Una flor renace de mis manos,

para acariciar el aire que me donas,

respondiendo al latir de mis entrañas,

con tu balbucear de amor en mil miradas.