Matemático y encasillado
en los parámetros
de la razón cotidiana;
sumando y restando,
exploro el planisferio,
sojuzgando al compas,
para encontrar
un ángulo agudo,
donde habitar,
con mis instrumentos
de navegación.
Los dígitos están cuadrados
en cuentas regresivas,
talones de saldos,
ingresos y egresos,
que se armonizan
en un logaritmo existencial
entre el destino y el tiempo.
Coaptado por esos guarismos,
habito todas las millas,
metros y centímetros,
que me sean posible;
absorbo restos de bebidas,
que traducidas a cifras,
llegan a mil 200
milímetros cúbicos
de líquido diario,
inoculado al sistema
circulatorio, articulando así,
el corazón.
Lo demás:
son kilómetros recorridos,
pagos mensuales,
ahorros del mes,
propinas y ese porcentaje
de silencio, que arrastro
en cubicados renglones,
para decir que estoy,
entre muchos números,
sobreviviendo.