La iniquidad
Al que labra digna tierra
con la idea de sembrar;
van sus nervios a la guerra
y el destino es cosechar.
Los labriegos pasan lampos
por aquellos grandes campos,
cuando llega el despertar.
No ha elegido, fue su sino
trabajar de sol a sol.
La vida del campesino,
para meter al perol
de tres a cuatro raciones
es machacar sus riñones
con la papa y el frijol.
También el trigo, cebada,
el maíz, tan necesario,
la fresa, tan apreciada
por su valor culinario
lo cultiva el labrador
y por esa ardua labor
recibe poco salario.
El pequeño propietario
tiene ahogado su derecho,
ya que un gran intermediario
con un pago tan estrecho
todo lo vuelve inestable;
y con precio inalcanzable
vuelve al pueblo insatisfecho.
Samuel Dixon &. Kapirutxo