José Luis Barrientos León

Los ojos de mi hijo Darío

 

Mi hijo tiene ojos grandes que ríen al sol,

donde danzan las figuras y los sueños,

y descansan las olas crepitantes de mares altaneros,

que deslizan el viento,

recogiendo el silencio.

 

Sus ojos, adivinan el paso del tiempo,

para regalarnos las mañanas,

descubriendo sus blancas manos,

como envoltorios de amor para las caricias,

que despiertan a la luz,

como hierbas silvestres nacidas en las pupilas.

 

Ojos grandes de pueblo y de antepasados,

de blandas huellas, de libres aves,

de semillas de amor germinando en sus manos,

de voces y susurros que se adelgazan en las mejillas,

Ojos libres, de historias por vivir.

 

Mi hijo tiene ojos grandes que duermen bajo la lluvia,

descubriendo el alma que habita bajo la piel,

de manos pequeñas que juegan con la brisa,

de verdades relampagueantes que culminan con un beso,

ojos de pensamientos blancos,

ojos de paz y encanto,

ojos de verbos sacros,

ojos de estanques sin llanto,

ojos de flores y mares infinitos que guardan el universo,

ojos de renacimientos como ánforas del viento,

de estrellas y esperanzas que habitan en su pecho.