No me la quites, Dios, en la alborada
¿ Por qué la necesitas a tu lado
si tienes tu jardín bien perfumado
y sola y sin fragancia mi morada.?
Tu voluntad, Señor, será acatada,
pero mi amor suplica arrodillado
frente al madero de tu hijo ajusticiado,
vida frente a la muerte percatada.
Sangre sudó el Hijo gritando al Padre
por apartar un cáliz ya sabido,
yo hijo mortal ofrezco por mi madre,
al Padre universal omnipotente,
el ego racional enloquecido
por la simple condición de penitente.