Me he sentido pequeñamente estúpido,
Engañando a mente y corazón desde la partida.
Los cuarzos y velas pronuncian tu nombre,
Y al ver nuestras fotos recuerdo la felicidad.
Escucho tus canciones mientras recuerdo tu voz.
Las conversaciones siguen vigentes, ya sabes,
Me gusta sentir que aún estamos unidos.
La maestra de mis más grande amor,
El amor más misterioso y vivido.
Ha de sonar mi patético llamado,
Pues tu sonrisa, voz y ojos,
Provocan la sensación en mi nariz,
Aquella que indica un futuro llanto.
Hay un susurro en mi consciencia,
Que me recuerda mi nula relevancia,
En tus días de paciencia.
Los haikus en tu nombre,
Y mis besos en tu frente.
¡Oh, que imbécil me siento!
Tenía la promesa de Dios,
Besando mis labios y me fui.
Mas solo queda la remembranza,
Las voces del pasado que enseñan.
Las letras de amor que se ensañan,
En las emociones y latidos.
Mi corazón nunca tuvo un motivo para irse,
Pero el ego inventó más de uno para huir.
La demora, la mentira, la traición.
¡Ay, cuánto extraño a mi mujer!
La que siempre me decía que la hiciera mía.
La que leía mi mente en nuestros silencios.
Con la que reía gracias a su locura.
Le asigné el título de sacrificio,
A todo aquello que grita en mi alma.
Pero el recuerdo me doblega,
Porque entre tus labios y los míos,
Entre tus piernas y las mías,
Entre tus palabras y mis días,
Nuestra alma se perpetuó.
Si pudiera pegar tus mejillas con las mías,
Abrazar tu cuerpo junto al mío,
Besar suavemente tus labios hasta el espíritu,
Tocar tu pecho y rozar la intimidad,
Viviría en los edenes de fin de semana,
Que tanto anhelaba volverlos rutinarios.
Te extraño más que nunca, pero eso es mentira.
Te he extrañado cada vez que no te veía.
He soportado el anhelo de sentirte,
He tolerado la continúa distancia,
He menguado el constante deseo,
He ignorado el sentimiento perpetuo.
El viento y el vino me dicen,
Que aunque me sienta digno,
El tiempo ya ha caducado,
Y tú corazón ha cambiado.
Que me has olvidado hasta irte,
Y que nuestras almas perdieron su oportunidad.