La música dulzona y apesadumbrada de Alejandro Sanz,
ocupa el espacio amotinado del P-11*.
El sudor, los empellones,
y alguna que otra musical entonación repetitiva,
colman las tristezas y retocan la tranquilidad,
del dramático desplazamiento hacia la Habana
Allí,
pedazos de hierro y cemento, cubren la historia y el tiempo,
de la otrora perla colonial de Las Antillas.
Hoy es así,
desesperadamente detenida en el tiempo, ansiosa de explotar a otras dimensiones,
para alcanzar el orgullo del pasado y renacer de sus escombros,
en ese viaje, turbulento hacia la luz,
que llena, las perdidas ilusiones del llegar, a donde tristemente,
se anida la esperanza de un futuro mejor.