Son estas montañas
que con mis ojos veo
a través de la ventana
del vagón de un tren
que veloz marcha,
pechos de mujer,
cara de mujer enamorada,
pelo de colegiala,
risa de niña que juega
y se sabe dueña de la casa.
Son estas montañas
el empeño de los hombres que la labran,
que alzan
sus cultivos
hasta allí donde la roca
manda
y grita
¡nadie más pasa!
Se ven los campos de naranjos
entre esas siluetas
de mujeres enamoradas
que son los cerros
y ellas
encantadas
permanecen quietas
mientras el tren pasa
y quien mira y observa
baja la guardia
para seguir con otro poema
antes de que la memoria
le gaste una mala jugada.