La nostalgia imperfecta del pasado.
Una trasfiguración del tiempo.
En estos momentos no hay nadie
que atraviese la incertidumbre.
Memorias de un pasado absurdo.
En estas zonas de ambigüedad extrema,
el silencio es un complemento redundante.
Hay quienes ignoran las palabras escritas en los libros.
Yo soy uno de ellos. Un lector inapropiado, un lector ausente.
Que recorre la narrativa como si fuese un paraíso poético,
en donde nada existe realmente.
Pero esto sucede solo a veces.
En otras ocasiones, las palabras se convierten
en acciones e ideas que parecen irreales.
Yo no sé qué será lo real.
¿Qué tanta realidad habrá realmente en un conjunto de letras
que despiertan una imaginación indeterminada?
En donde sea que halle lo real, se termina escapando.
En todas la letras, lo inconexo siempre termina apareciendo.
Tarde o temprano, todo se escurre.
El tiempo hace su papel. La estructura del lenguaje agoniza,
en una imprecisa descontinuación de realidades.
Hay realidades lingüísticas que imitan el mundo tangible y terrenal.
Pero hay palabras que se quedan
en ese mundo artificial y nostálgico que no existe.
Todo es lo mismo, sin embargo.
Las palabras no son relevantes,
sin la conexión mental
que hace tangible nuestra idealización.
El espectro de la realidad se difumina
en aquellas palabras oscuras,
que aún hoy recorren el fantasmagórico ambiente.