Flexible como un junco en su parada
rodeada de perfumes y colores
le agrega su sabor a los sabores
de una ciudad activa y apurada.
Su rostro es una rosa iluminada
el torso es un jardín; donde sus flores
se riegan con miradas y rubores;
y el baile de sus uñas: llamarada.
Lo mira, cuando pasa, y le sonríe.
Descubre la mirada que desea
y le ofrece un clavel blanco pintado...
¿Qué quiere el caballero? ¿Qué le fíe?
Le dice al \"caramelo\" que pasea;
y él se queda, en sus flores, embobado.
El comprador comprado
por esas feromonas vegetales
que sacan al Don Juan de sus añales.