Hace apenas cuatro días,
Iba a la fuente a llenar
el cántaro de mi vida
y regresaba bailando,
agua fresca y cristalina,
brotaba en aquel vergel:
flores, abejas, gorriones,
ruiseñores por doquier,
iban las mozas cantando
y perfumando el sendero,
mientras los niños jugaban
y trasteaban los perros.
Pero de un tiempo a esta parte
la fontana se ha secado,
las mozas se han hecho abuelas
y los niños, hombretones,
el vergel está marchito,
las ratas corren por él
el agua, a un grifo oxidado
tenemos que ir a beber.
Los perros cargan bozales
y los que eran mis amigos
se consumen en un banco
tomando el sol de la tarde,
ya nadie canta ni baila
paseando por las calles,
los coches lo inundan todo,
el humo envenena el aire,
motos con escape libre
son las canciones de antes.
Cargo al lomo la mochila
con vino, pan y jamón
y tiro montaña arriba
cantando aquella canción
que me presentó a mi esposa
y anidó en mi corazón,
buscando una nueva fuente
donde volver a llenar
el cántaro de mi vida
de amor, ternura y pasión,
escuchando a los gorriones
hacerle coro a mi voz
¡aún no se ha perdido todo!
a esperanza al menos ¡no!