Estoy cansado. Mucho he caminado y no he llegado a mi destino. Camino despacio en un camino que mis pensamientos confunden. Cuando creo que me levanto, mi alma se hunde y siento caer en un abismo. Cuando creo estar seguro, me doy cuenta de que no soy el mismo; entonces es cuando descubro que ni yo mismo me conozco. Miro atrás y veo unos destrozos que quedaron en el camino, haciendo que ya no sea yo el mismo, quien algún día fue fuerte. No sé si ha sido buena o mala mi suerte, cuando miro a todo lado; cuando me encuentro parado viendo una hoja que cae, condenada a la muerte.
Cuando contemplo el sol que se oculta en el ocaso, muriendo lento, paso a paso y dando paso a la noche; donde la oscuridad y el frío hacen olvidar su luz; cuando contemplo la cruz donde una vez murió un hombre, flagelado por humanos a quien él amó hasta la muerte.
Es cuando pienso que es grande, mi suerte, pues yo aún estoy vivo. Voy despacio hacia mi destino con mi propia cruz a cuesta. Y es que al final de cuenta sé que seré crucificado. Moriré callado y me llevaré mis heridas. Las llevaré escondidas para que los demás sigan sonriendo. No importa, yo también estoy riendo, aunque mi deseo es llorar. Llorar, llorar sin parar hasta secar mis lágrimas.
En mi historia, hoy escribo una página que quizás nadie pueda leer. Pues no podrán comprender cuanto los he amado. Hoy me encuentro callado escuchando el silbido del viento, que parece decir \"lo siento \", susurrado a mi oído, cuando sé que el olvido me castiga inclemente, pues ya no se acuerdan de mí la gente a quien he amado tanto. Recogeré mis destrozos y mi llanto y volveré a sonreír. Seguiré fingiendo una sonrisa en el rostro. Caminaré junto a otros que vienen y van en el camino, cada uno a su destino, quizás también con su cruz a cuesta.