Al ir camino de la escuela
siempre veía en la vereda
a una niña dulce y bella
jugando a la rayuela.
Muchas veces llamó mi atención
ver que de relumbrón
desviaba su mirada
para ver quien, por su lado
curioso caminaba.
Jamás me animé
a decirle nada
mucho menos a preguntar
como se llamaba.
De pura casualidad
una mañana al pasar escuché
que su madre la nombraba
Carmela, Carmela.
Su nombre rimaba con ciruela
y pensé, es dulce como el fruto,
que su nombre me recuerda.
perfume de rosas en el aire vuela
y todo lo de ella me desvela.
Pasó el tiempo, cambié de escuela
y no pasé más por su vereda
de ella sólo recuerdo
su nombre, Carmela
su sonrisa y su pollera.