Lea Nieves Torres

Día de Visita

 

 

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DINÁMICA: EL DIVÁN DE LOS POETAS

Martes 3 de Octubre de 2023

Autora: Lea Nieves Torres

Pseudónimo: Vanessa Tawer

País: Colombia

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DÍA DE VISITA

Recuerdo, como si fuera ahora, mi visita a ese lugar tan lúgubre, donde los que aparentemente salieron a salvar el país del mal que ellos mismos habían hecho.

Era una niña. Caminaba por el patio interior del manicomio. Su raza originaria de estas tierras, se veía a flor de piel. Sus pupilas dilatadas mostraban que en su interior las descargas neuronales estaban desfasadas. Miraba al cielo y decía que la virgen se aparecía por todas partes: en las nubes, en las hojas, en las copas de los árboles, en el río...luego hablaba de unos hombres vestidos de hojas, con sombreros de acero cubiertos de hojas que aparecían por todas partes, queman mucha leña allá en los hornos... _y huele feo, a carne podrida-

_Todos son lo mismo- decía, mientras venían a mi memoria los letreros que los \"salvadores\" de la patria escribían a lo largo y ancho del pais, ellos en sus camionetas de alta gama, armados hasta los dientes, con los fajos de billetes en los dientes, ellos, los que nos dijeron a qué horas debíamos acostarnos y a qué horas levantarnos, ellos, los buenos, los que deciden quién vive y quién muere todavía, los enemigos de la Paz, los que ponen a niñas cómo estás a ver la virgen en todas partes.

Aprovechando la coyuntura de la visita,  ví entrar al consultorio número 7 al psiquiatra, cuyo nombre omito aquí y le pregunté: ¿No le parece a usted Doctor, que los victimarios deberían ser sometidos también a tratamiento psiquiátrico?

_porque veo que siempre las víctimas son las que, además de sufrir los daños, son las únicas que lo reciben.

_¿Es usted víctima? _dijo- como si el viviera en una burbuja...

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LntVanessaTawer©®

 

 

 

 

Me había acomodado en el diván, como si los cuarenta minutos pagos serían extendidos. Crucé mis piernas a sus anchas, mientras mis dedos jugaban con un envoltorio de caramelos que había encontrado en mi bolsillo. Mis ojos enrojecidos de tristezas, hablaban más que mis propios labios y hasta me atrevo a confesar que mi sangre estaba envenenada, al punto que en cualquier momento explotaría para ser la pintura perfecta, en el círculo cuadrado que estaba compuesto por un psiquiatra, un péndulo y una libreta que seguro tenía la vida de muchos desahuciados.

Sin tan siquiera contar lo que me aquejaba, una sutil alarma anunciaba que la consulta había terminado.

Me levanté, mientras ponía en mis hombros un chal que había sido tejido por la partera del barrio. Antes de dirigirme a la puerta, me di vuelta, mientras él seguía con su libreta, sin tan siquiera levantar la vista. 

Al cerrar la puerta estallé en llanto. Sentí alivio. No hubiese soportado que aquel humano guardara mi secreto. No hubiese soportado matar a mi musa acostada en un diván. No hubiese soportado dejar de escribir.

 

@todos