EN EL INFIERNO ESTÁ LA GLORIA
Descendí vertiginoso
Llegué al fondo
Desde la pirámide de la vida
Hasta el pedestal de este templo
Encontré entonces un sendero
Macizas extremidades
de un cuerpo horizontal enardecido
atrapado en una tormenta huracanada
que empujaba mis deseos a visitar el epicentro
revolcando mis sentidos
que se enredaban en las sombras
Desde dentro halaban mi piel
convertida en jirones pegajosos
bolas de fuego ardiendo
Nariz ojos oídos y dientes
Un manojo de pastoso espectro
Eran tragados por aquellos demonios
Que sin piedad derretían mi cuerpo
En medio de ese incendio de agonías y desvelos
apareció la mágica tentación divina de un botón de rosa
y el laberinto infernal se iluminó como angelical aposento
En el caos encontraba lo más perfecto de la naturaleza
del ser amado y su excelso mandato de amar
libando hasta el amanecer la miel infinita de aquella flor…
Había encontrado la gloria en el infierno.