Como si el horizonte se acercara a mí,
como si las gavinas estuvieran aturdidas en solidaridad conmigo…
y hasta el cielo parecería haberse enterado de mi aflicción.
Me siento atónito observando la inmensidad,
extasiado por el ir y venir de la espuma sobre las olas,
hipnotizado por la resonancia de su persistencia…
con la marea dándose de frecuente…
y las arenas tibias de la tarde…bañadas de brillante fulgor…
y estremeciéndose con cada caricia del oleaje juguetón.
Corales y crustáceos …exánimes …en ese paisaje habitual de plenitud natural.
Inmenso ocaso…inconmensurable…
de cotidiana pasión…
que funde en la distancia… al cielo con el mar.
Describo esta ofrenda impetuosa…diaria…frente a mis ojos…
embrujados por este fenómeno llamado atardecer.
Un ocaso en la playa…frente a un inmenso océano de incertidumbres y enigmas,
que se esconden en las profundidades de esta abundancia sin fin.
Me subo en una de esas piraguas…que flotan en mi inconsciencia…y zarpo a la lejanía de esta anchura…a ese pretérito mundo de emociones disolutas…que intentan desdoblarse en sublimes versos para alcanzar la eternidad.
Que impotencia y que miedo da tanta extensión de nada y de todo…
sin comienzo ni terminal…como la vida misma,
tan inadvertida y espontanea… como la mirada inocente que precede al amor de verdad.