En las sombras de la noche se desatan,
pensamientos y actos sucios se entremezclan,
susurros de pasión en nuestros oídos resaltan.
En el lecho ardiente nuestra piel se abraza,
las manos deslizándose con ímpetu desenfrenado,
haciendo el amor con locura que nos abrasa.
Gimiendo al compás de nuestros cuerpos alocados,
deseo y lujuria se entrelazan sin medida,
en un baile perverso y atolondrado.
Las miradas se encuentran, intensas y encendidas,
las bocas ansiosas se devoran con deseo,
en un juego de placer sin límites ni medidas.
Las caricias llegan a cada rincón deseado,
explorando con avidez cada rincón prohibido,
en este terceto erótico donde nos hemos entregado.
Y en cada gemido, en cada suspiro compartido,
nuestros cuerpos se aferran, queriendo no soltarse,
hasta alcanzar el éxtasis, el clímax cumplido.