Hace ya muchos años, un dos de octubre,
la historia nos regaló un lúgubre encuentro.
En la plaza se congregaban estudiantes,
con ansias de justicia, de cambios constantes.
Eran jóvenes valientes, llenos de ilusión,
buscando un futuro mejor, con determinación.
Pero aquel día, la violencia brotó,
y el Estado con saña, la represión desató.
Los tanques avanzaban, las armas sonaban,
los gritos de dolor, al cielo se elevaban.
La plaza se teñía de un rojo sangriento,
mientras el mundo entero miraba con lamento.
Las balas indiscriminadas no tenían piedad,
mutilaban cuerpos, en nombre de la autoridad.
Desaparecidos, muertos y heridos quedaron,
los sueños truncados, en ese día oscuro.
Fue un acto cobarde, una masacre sin razón,
el gobierno buscaba acallar toda protesta y oposición.
Pero el dolor y la memoria perduran,
y en cada aniversario, el pueblo recuerda.
Porque aquel dos de octubre no se olvida,
la sangre derramada aún clama justicia.
Y aunque el tiempo ha pasado, la herida sigue abierta,
nos recordamos que luchar, nunca está en cuarentena.
La masacre del dos de octubre quedó en la historia,
como un símbolo de lucha, de resistencia y memoria.
Hoy honramos a aquellos que perdieron la vida,
y seguimos peleando, por una sociedad más unida.