Para los que no perdieron
la esperanza, hay cónclave
en el viejo barrio judío.
Entre las sombras de la calle
la vida pasa silenciosa,
con la sangre por las venas
vendiendo el misterio
del tiempo que no existe.
Los guardianes de la memoria
observan la procesión
y traen aromas a flores.
Olor a incienso
desde el cercano cielo
de puertas abiertas,
donde las almas curiosas
lanzan un rayo de luz,
y el espíritu del árbol
ofrece su sombra
a la buena gente que,
con pasos ligeros y alegres
arrastran hojas de menta y de rosas
que regresan a la tierra,
procesión blanca
en la fiesta del Corpus.