“Serpea el gusano
mientras un enano
avienta un lucero
sobre su sombrero”
empieza a contar.
Y cuenta el abuelo
historias al vuelo
de ninfas dormidas
de duendes y heridas
y hormigas de mar.
Y cuenta aquel cuento
que corta el aliento
de la rosa roja
que un día se antoja
y deja el jardín.
“Era muy hermosa
radiante, mimosa,
como una princesa
sobre su calesa:
realeza sinfín.
Un día los tonos
de aprecios, de enconos,
de llanto y de risa
anuncia en la brisa
algún ruiseñor.
La rosa florece
corolas ofrece
bañada de escarcha
sin miedo se marcha
detrás del rumor.
Descubre los llanos,
los montes serranos,
la luna y el hielo
y admira aquel cielo
celeste de luz.
Pequeña se siente
y el canto que, ardiente,
la busca, la apresa,
la adula, la besa
y baña de azul.
Feliz se enamora,
sus verdes colora
se abraza a los vientos
y claros tormentos
la quieren asir.
El vuelo desgrana
sagaz filigrana
del aire la rosa
sutil mariposa,
bufón arlequín.
Acerca sus cantos,
sus galas y encantos,
sus trinos más finos,
audaces, divinos,
el ave canción.
Y liba la fuente
fresco delincuente,
oscuro, escondido,
pequeño bandido
truhán y ladrón.
Y nacen promesas.
Y crecen princesas.
Y mueren los sueños,
los puros ensueños,
de sólo vibrar.
No cree en la vida
la rosa atrevida:
ya no es primavera
y nada ya espera
de tanto esperar.
Revuela, se escapa
la senda la atrapa:
¡ya no es primavera!
y espera que espera
se muere la flor.
Así..., no es el cuento\"
–vacila un momento–
\"ya no lo recuerdo,
rumores que pierdo
de aquella canción.”
Y cuando se agota,
de llanto, una gota
sincera, contrita,
redonda, bonita,
empieza a caer.
“Serpea el gusano
mientras un enano
avienta un lucero
sobre su sombrero”
repite otra vez.