Enrico Espino

Un cuento

“Serpea el gusano

mientras un enano

avienta un lucero

sobre su sombrero”

 

empieza a contar.

 

Y cuenta el abuelo

historias al vuelo

de ninfas dormidas

de duendes y heridas

y hormigas de mar.

 

Y cuenta aquel cuento

que corta el aliento

de la rosa roja

que un día se antoja

y deja el jardín.

 

“Era muy hermosa

radiante, mimosa,

como una princesa

sobre su calesa:

realeza sinfín.

 

Un día los tonos

de aprecios, de enconos,

de llanto y de risa

anuncia en la brisa

algún ruiseñor.

 

La rosa florece

corolas ofrece

bañada de escarcha

sin miedo se marcha

detrás del rumor.

 

Descubre los llanos,

los montes serranos,

la luna y el hielo

y admira aquel cielo

celeste de luz.

 

Pequeña se siente

y el canto que, ardiente,

la busca, la apresa,

la adula, la besa

y baña de azul.

 

Feliz se enamora,

sus verdes colora

se abraza a los vientos

y claros tormentos

la quieren asir.

 

El vuelo desgrana

sagaz filigrana

del aire la rosa

sutil mariposa,

bufón arlequín.

 

Acerca sus cantos,

sus galas y encantos,

sus trinos más finos,

audaces, divinos,

el ave canción.

 

Y liba la fuente

fresco delincuente,

oscuro, escondido,

pequeño bandido

truhán y ladrón.

 

Y nacen promesas.

Y crecen princesas.

Y mueren los sueños,

los puros ensueños,

de sólo vibrar.

 

No cree en la vida

la rosa atrevida:

ya no es primavera

y nada ya espera

de tanto esperar.

 

Revuela, se escapa

la senda la atrapa:

¡ya no es primavera!

y espera que espera

se muere la flor.

 

Así..., no es el cuento\"

 

–vacila un momento–

 

\"ya no lo recuerdo,

rumores que pierdo

de aquella canción.”

 

Y cuando se agota,

de llanto, una gota

sincera, contrita,

redonda, bonita,

empieza a caer.

 

“Serpea el gusano

mientras un enano

avienta un lucero

sobre su sombrero”

 

repite otra vez.