Juegan dos gatos sobre la alfombra,
ya ajenos a la ausencia de su otro hermano
(Blanquito, el más cariñoso, nació con la noche
acariciando a pisotones su pequeña vida)
El sol ágil y poderoso de octubre
amenaza con explotar las ventanas
y la puerta entreabierta.
El plasma con netflix sobre el mueble de cristal
me cuenta las novedades destacadas de mi mundo en HI-FI
& on line.
Factores combinados del momento me traen a la memoria a aquella chica
-a aquella atractiva y dulce chica amante de los gatos-
porque para ser sinceros hubo más de una chica amante de los gatos.
Y es que en el mundo han existido tantas chicas
amantes de los gatos y tantos Luises
como para, poniéndolos tumbados y cogidos
entre ellos de los tobillos, hacer un puente hasta la luna;
tantas chicas (amantes de los gatos) y tantos Luises
como pepitas de oro en cualquier río virgen
antes de la Conquista del Far West,
y más que bisontes abatidos en dicha época por mera diversión,
por colonos de bajo coeficiente sensible e intelectual
(la gran mayoría)
Y no es por nada, pero que se jodan los colonos.
Ellos no están ahora aquí, en este instante,
disfrutando de una cerveza fría como las noches boreales de Noruega,
viendo a dos gatitos supervivientes
peleándose de broma sobre mi alfombra
y frente a una tele cojonuda
al alcance del 29% de habitantes de este planeta.
Tampoco follaron con ninguna chica amante de los gatos
entre burbujas y profiteroles, mientras sonaban los Queen
en la minicadena de aquel chalecito sin sombras
ni crudas aritméticas en futuro de la sierra.
Y por supuesto jamás imaginaron que poco más de un siglo después
los asesinos en serie de bisontes americanos se enfrentarían
a multas de miles de dólares, incluso a penas de cárcel.
Lo dicho: el sol sigue empujando la puerta,
los gatos se cansaron de la alfombra,
hace mil años que no sé nada de aquella chica,
y (por dar un final algo lírico a este extraño poema)
una masa nunca vista de nubes negras asoma hoy
como el mismísimo infierno,
como una estampida de mil bisontes fantasma
acercándose por el maldito horizonte.