R. Gruger

12 DE OCTUBRE

Y llegaron

en sus naos con sus cruces y sus hierros,

y cayeron en la noche de repente...

No se sabe (a ciencia cierta) a que vinieron,

cual consigna soterrada ellos trajeron,

más sus frutos fueron estos:

Opresión, y sangre, y fuego.

 

Y vinieron con promesas y con cuentos

y trajeron piedrecillas relucientes,

y sus tubos lanzafuego

sus varitas puntiagudas,

y sus perros adiestrados

en el odio y en la muerte.

 

Convirtieron bella aurora en un ocaso

de terror y de lamentos;

y sonaron las cadenas

y callaron los cantares primigenios...

y el arroyo se escurrió medroso y trémulo

por las breñas del desierto.

 

Se escapó silentemente

a los montes más lejanos

la verguenza primitiva

de una raza que por buena y que por noble

(aunque no menos valiente)

reducida fue a la nada,

al olvido de los siglos

y a la endecha del silencio.

 

Y aunque un grito trepidó en la sierra umbría,

y temblaron los blasones y los fierros,

el aleve castellano por sus fueros

al indiano ya cansado y abatido

una villa le concede,

y una tumba

do reposen sus bucólicos pellejos.

 

Y después que ellos vinieron

con sus hierros puntiagudos y sus perros,

en los cerros sólo se oye

el crujir de tantos huesos,

que celebran la epopeya más canalla

que recuerden los milenios.

 

R. Gruger / Santo Domingo / 12 de octubre de 1985