jvnavarro
ESTA LA ESTACIÓN VACÍA
Está la estación vacía,
desde el tren los andenes
son los guardianes de los viejos fantasmas
que por las noches las recorren.
Ellas saben de las despedidas
y tratan de guardar los recuerdos
allí donde nadie
sobre ellos derechos algunos ejerce.
Saben los andenes y estaciones
de aquellos hijos y de aquellos padres
que se fueron a la guerra
y de ella solo volvieron
unas cartas en la que se leía,
desaparecieron en combate.
Saben de aquella pareja de novios
que se confesaban
en los andenes
amores,
que el poeta
escribe
como si fueran
dos ramilletes de flores,
rojas y blancas
que al mezclarse
de ellas sale,
eso que vale
para decir que el fruto germinó
y creció saludable.
Y saben de aquellos pobres
que siempre a la misma hora,
tomaban los trenes de siempre,
para trabajar en los mismo sitios,
para morir
al igual que mueren
siempre los pobres,
queridos por los suyos,
obviados por los grandes barones
de las castas fuertes.
Y así la estación me anima
a continuar contando desenlaces,
unos
tristes
y otros
felices y agradables
y otros
que aunque no nos van,
ni nos vienen,
son interesantes.
Digamos el caso
de quienes
subían a los trenes
para vender golosinas,
y leer en las manos la suerte.
Y en un vagón de esos
en los que uno casi duerme
descubre alguien,
así las líneas de la mano
se convierten
en su tesoro más estimable,
que se hará ricos en amores,
que vivirá feliz
y su salud será la de un fuerte roble.
Me despido de la estación,
ya voy de viaje,
el tren rechina,
sujeto a la vía vuela
entre carriles,
que se acoplan al suelo
con la flexibilidad del alambre,
cuando se someten a las fuerzas
de un Hércules
y resisten los embistes
de todo un toro
que sobre ellos corre.