Por fin,
en uno de esos paréntesis que brinda el lado oscuro:
¡tú y yo!
Descorché una botella del mejor lambrusco del Carrefour
y nos tiramos soles, playas increíbles y burbujas a la cabeza.
Intercambiamos risas, quizases,
demonios light y algunos verbos intransitivos.
Chorreamos flores boomerang
y radiaciones gran reserva.
Insultamos ritualmente y arrojamos
al fuego de la chimenea Marys Poppins frígidas,
inconveniencias y Robins Hood de mentira.
Surfeamos sobre el sofá mientras jugaban
en el bendito parket del salón los perros
y en el aire unos cuantos yo también, te lo juro.
Adivinamos la ecuación del presente
y de todos los presentes. Con premeditación
y alevosía pusimos silenciador a los móviles
y a los huracanes de afuera.
Pero luego yo quería más, tú querías más.
De repente entraron por la puerta tu divorcio,
mi ex, un par de críos berreando por un sándwich
de nocilla, tu padre, mi madre, tu mejor amiga,
un repartidor de pasado, la casilla para ONGs
en la declaración de Hacienda, alguna vieja noche
del fin del mundo, tu talla de sujetador, la poli, Freud
Eolo y hasta el atractivo cura de aquel insti pijo
tuyo a dos manzanas del Santiago Bernabéu...
Barrí (me ayudaste) las estrellas desparramadas por el suelo.
Arreglamos la mirada y el pulso.
Suspiramos brevemente
y nos dimos un tierno beso de despedida.