Siento mis ojos cerrarse
del peso de la agonía
que va marcando mi vida
cuando se acerca la tarde.
Veo en mis manos que caen
lo que rodó en mis mejillas
como perlas cristalinas
que han salpicado las calles
y bosques, que he transitado,
donde sombrean las huellas;
las huellas, de estos mis pasos
que, aunque me vaya, se quedan.
Y espero, no sea en vano,
cuando la muerte esté cerca.