En un entorno repleto de vida
aromas frescos de hierba
y follaje
de trinos y niebla
de gotas de agua cayendo
y musgos,
contemplo el fatídico ritual
depredador
de los anzuelos,
y más de un ser de ojos amplios
y aletas humildes
cómo terminan
-fatal sino-
su fresca y calma existencia.
Y no mueren por su boca
-como los humanos sí lo hacen-
sino por una pizca
artera, falaz, traicionera
de alimento
ofrecida por quien lo hace
-hasta por deporte-;
y arrancados de su mundo
vital, diáfano, manso
con crudeza propiamente humana,
con su boca desgarrada
van a dar en el cesto inicuo
de sangre, convulsiones y agonía
de todos quienes pagan
con su vida
el creer en lo sano
y verdad
de una falaz intención.
-Fatal sino-
Bolívar Delgado Arce