La morena en la alborada
se bañaba en blancas aguas.
La morena en la alborada
se quitaba sus enaguas.
Rociaba en sus cabellos
una luz grácil y dorada
y entre sus brazos al alza
se dibujaba un par de alas.
Los ruiseñores le cantaban
y entre el alba se asombraban.
Las ramas se mesían
por tal morena en claras aguas.
Mas solo ella se vestía
de pureza en la alborada.
Ranas y peces sorprendidos
entre sus piernas se paseaban.
Y al caer la noche las
luciérnagas le alumbraban.
Grillos con sus patas
melodías le entonaban.
Aquella luna de plata
le revestía sus enaguas.
Y entre la brisa del alba
al ocaso, la dicha le rociaba.
Aves, peces, ranas...
entre el agua y la alborada
le rendían canto y culto;
a la morena la adoraban.