Carlos Rojas Sifuentes

La tibieza de la palabra

En ocasiones me pregunto:
Por qué hablo, si podría
ahorrarme el esfuerzo
y guardarme las palabras
que otros no quieren oír.
Pues será porque tengo una voz
que quiere ser escuchada
y palabras que quieren ser dichas.

Por qué levanto la voz,
pudiendo mostrar mesura.
Pues porque hay alguien,
allá, más allá,
que no me escucha
o no quiere escucharme,
y su oído no parece tener voz
y su voz no parece tener oído.

Por qué no me callo,
pudiendo obtener aprobación
de los que prefieren el silencio,
o que se hable en voz baja.
Pues precisamente por ello,
porque ya me cansé de callar
e invisibilizar mis ideas,
mis sueños, mis anhelos…

Por qué, a pesar de tu indiferencia,
tu ausencia o tu voz desafiante,
te sigo hablando.
Porque nada hay más importante
que la palabra, cuando se dice
para evitar que el silencio, el temor,
la indiferencia o la intolerancia
impida que se diga
aquello que debe ser dicho.