Mis palabras calientes, clandestinas,
que nacen del deseo por tus ojos,
por tu boca y tus manos,
las guardo; celestinas
son ellas que procuran mis antojos,
impuras a los ojos puritanos.
¿Qué he de hacer si me inflamo del deseo?
¿si no me puedo estar en la distancia
sin escuchar tu voz con sus arrullos?
Porque nunca te veo,
tan solo calmo mi ansia
leyéndome tus versos con murmullos.
Tus versos que acarician y que besan
que me dejan ahíta de ternura,
los que nunca me dejan,
sin el cálido alivio a mi locura.