En qué momento
Los cancerberos que alicatan las notas de tu risa,
Los arpones despeñados de tus ojos, mártires del silencio
La onda de choque que se exhala del aroma de tu piel,
Se abalanzaron al unísono sobre la cordura de mi haber.
Anudado mi sentido por las contracciones de tu orgasmo.
Atrapado, ermitando en tu vagina,
me centro en darte semen para hoy
y para luego.
Morirme en tí hasta que me muera.
Desdeñando el extramundo de tus viciados agujeros.
Odio a todo aquel que tenga polla,
La teoría del caos tiene la culpa.
El instinto de asesinar a todos los demas.
A los que fueron, una vez más, por haberte conocido.
A los que faltan por llegar, desde antes de nacer.
Agraciada pesadilla con olor a herrumbre desde lejos.
Dejar que la luna te encuentre solo a tí.
Una vívora se enreda por mis manos obturadas
rociando veneno con sabor al flujo que me das
cuando restriegas mi boca en tu lago de lava
y explotan piroclastos de suspiros
acompasados por tambores de párpados cerrados.
Uñas de señorita que no saben dónde está
salvo enredada en caracoles.
Juguete de niño malo
que adultera tu quietud.
Que te regala tempestad.
Que te anestesia y te arranca la sangre,
que te araña la espalda con el membrillo de mis labios,
que te cocina al ácido de mis lágrimas cuando lluevo sobre tí esta locura de tu amor.
Con las venas de mi tranca resaltadas, erosionándote por dentro
gritando locos de placer
y a la par mi llanto por saber
que no lo puedo
Controlar.
Nunca fui como contigo.
Estúpido.
Cómo he caído tan arriba.