Veloces las imágenes. Veloces
árboles, casas, gentes, postes, nada.
Todo pasa sin alma, tú callada,
sin embargo me aturden tantas voces.
La carretera muestra sus feroces
ojos en cada nueva encrucijada.
En el retrovisor, inmaculada,
se aleja la ciudad, su dios, sus dioses.
La memoria me alcanza tan cansado
que es apenas rumor amarillento
casi sepia, fugaz y sin matices.
Mucho más corto el viaje en el pasado;
de nuestra voz el corazón sediento:
¿Recuerdas?
–Sí, recuerdo
–digo–
–dices–