Quizás nunca comprendí tu forma de amar,
como un enigma que no pude descifrar.
Tu mirada era un mar lleno de misterios,
donde se ocultaban los sueños más serios.
Tu risa era un suspiro en medio del viento,
que al rozar mi rostro, daba aliento.
Tus abrazos eran refugios de calma,
que protegían mi alma de cualquier tormenta.
Pero tu forma de amar también era un arma,
capaz de herirme sin buscarlo, sin alarma.
Tus palabras eran cuchillos que cortaban profundo,
dejando cicatrices, marcando mi mundo.
Pero a pesar de todo, seguía encantado,
porque en cada rincón de amor que habías dejado,
había un destello de luz que me iluminaba,
y me hacía creer que el amor alcanzaba.
Quizás nunca entendí tu forma de amar,
pero de alguna manera logré sobrevivir y sanar.
Aprendí que el amor no siempre es perfecto,
pero aún así, vale la pena vivirlo en su defecto.
Porque en cada tropiezo y desilusión,
surge la fuerza para seguir amando con pasión.
Y aunque nunca llegue a comprender tu ser,
siempre guardaré el recuerdo de lo que pudo ser.