¡No estoy solo, me ha ganado la noche!
Me saludan mis viejos piojos, el pájaro
del luto,
los réptiles y el aire oscuro que retorna
con sus retratos
sobre el lomo de mis ansias.
Hoy le ha gritado el hombro a mi vecino
por su mucho andrajo
que aún no ha terminado de juntarse
entre sus ruinas más queridas.
Está lloviendo sobre el vaso la sed de la pena,
el hambre de la muela del juicio,
del mar muerto que se ha levantado
como lázaro
para una despedida.
¡No estoy solo, me ha ganado el dolor!
Me ha ganado el silencio que ha llegado
palo en mano
a extraerme el pan perdido en mis costillas
y a sacudir el fango de mis huesos.
Me ha ganado la soledad que se ha llevado
a mi hermano
refugiado en yo profundo
y en su último silencio.