Bajo las mantas de nuestra cama,
Trepaban por tu piel mis manos con una enrredadera,
En un descuido y tomando un atajo aterrice en sus labios
Que son mi cielo, tal vez mi infierno o quizás mi perdición,
Abrí mis ojos en la oscuridad para verla, pero neón en sus pupilas
Fue más fuerte que me ilumino hasta el alma.
Recorrí cada rincón, cada esquina de su cuerpo
Y al tropezar en sus pechos, no lo niego,
Me quise quedar allí a vivir, me sentí morir de placer,
O quizás de verdad agoniza, al verla tan enamorada,
Al saber que muere por mí.