Llueve. La gente corre y se guarece
en tiendas y almacenes. Todo es frío
de repente; sin luz sin Sol. Un río
nace urbano y un rostro palidece:
-entre tantos, un árbol estremece
sus ramajes, sus hojas, al sombrío
mirar indiferente del hastío
que mece el alma y que a la lluvia mece-
Llueve afuera y adentro, gris de cielo.
Las aguas continúan anegando
avenidas. Paraguas despectivos
se sublevan y algunos alzan vuelo.
Y yo sigo, perplejo, contemplando
que, en el árbol, los nombres siguen vivos.