Me siento protegida
aunque doy vueltas por la cama
revolviendo las sábanas
desveladas por el alba,
temiendo las vicisitudes
de otro día enjaulada.
Sigo los protocolos,
me levanto lentamente,
salgo de mis muros
y encuentro gente buena,
sin árboles genealógicos,
sin acciones en la Bolsa,
sin viajes a Nueva York,
sin gritos al aire,
sin susurros en la espalda.
Bajo mis defensas,
escucho golpes en el corazón
y cierro los ojos:
continúo sintiendo
que sigo en casa.