Las hormigas coloradas
del mismo árbol provenían
y en el árbol quedarían
otras más agazapadas.
Las hormigas más guerreras
cruentas luchas comenzaron
mientras otras se quedaron
en sus lógicas trincheras.
Al final salieron cinco
luchando contra injusticias
cada cual con sus pericias
¿Quién pegó al final el brinco?
De cinco surcos venían
con los sueños en las manos
defendiendo a los hermanos
que persecución sufrían.
Caminando se encontraron
por los surcos las hormigas
y notorias, sus fatigas,
en la sombra descansaron.
Y pasados los minutos
en aquel bello paisaje
reiniciaron largo viaje
con sus cuerpos diminutos.
Pero dijo una hormiguita:
—¿Hacia dónde caminamos?
Y en la vera: —¿Qué buscamos?
Discúlpenme que repita:
—¿Pero, para dónde vamos?
Una hormiga salió al paso
contestando sin retraso
—¡Al futuro caminamos,
aplaquemos los temores!
Y se oyó aquel fuerte grito
por angosto caminito
muy al ritmo de tambores
que decía: —¡Vamos juntos,
hacia la ciudad futura
donde ya no habrá amargura
si aclaramos otros puntos!
Y se preguntó la hormiga:
—¿Dónde está ciudad futura,
quién a mí me la asegura?
Disculpen que contradiga.
La espetaron: —¡Caminemos,
defendamos ideales,
por los montes y arrabales
avancemos y luchemos!
Y después de varios años
con las muchas estampidas
se apagaron tantas vidas
en caminos aledaños.
Esa lucha tuvo asomos
como «triunfo colectivo»
pero siempre el que es más vivo
te demuestra: —¡Lo que somos!
Al bajar de las montañas
con sus cedros y laureles
se embarraron con las mieles
y afloraron muchas mañas.
Así dijo aquella hormiga,
platicando abiertamente.
Le dijeron: —Sos demente,
venenosa como ortiga.
La tildaron como hereje
porque siempre cuestionaba
cuando la miasma asomaba
y el maligno la entreteje.
Caminando descubrieron
que no había idea clara
que la duda desmontara
por la que muchos murieron.
Y mataron ilusiones
traicionando el ideario
que era revolucionario...
¡Valen más unos millones!
Y amellaron su instrumento,
con el que siempre luchó.
Pero nadie la escuchó,
¡Cómo abunda hoy el lamento!
Y la utopía… —¿Está muerta?
—¡No! ¡Quizá sí el instrumento!
¿Quién violó su juramento…?
Pues sin moral… ¡No despierta!
¿Quién va en busca de herramienta,
con el filo necesario
que no sea más falsario,
porque la experiencia cuenta?
Y al final murió la hormiga
con el sueño aletargado
y la vida la ha entregado
donde siembran mucha espiga.
Y estos versos nos dejó
esa hormiga veterana
que también era paisana
de la raza que murió.
La enseñanza de algún modo:
«Con poder se olvida todo»