Guárdate de la flor de otoño
que tan velozmente
se contagia de muerte,
Medusa reflejada
en el escudo de Perseo,
inercia de la bruma
morando en un vinilo inacabado,
nocturno tizón de salmuera
que rota
a espaldas del silencio.
La música del olvido
es un adagio que imita
todas la desmesuras celestes
del nunca jamás,
tinieblas para
una tempestad de huesos,
así las teclas
se salpican de lluvia
con los altos dedos
del pianista,
basilisco petrificado
de equinoccios
donde un sol de vainilla
se desvanece
en su propia hojarasca.